La mesa de escrutinios de la Universidad de Cervera tiene nueve cajones con nueve compartimentos, cada uno correspondiente a cada voto. El recuento se llevaba a cabo una vez se bajaba la tapa, extrayendo los votos emitidos de cada cajón.
Para las votaciones, el canciller convocaba a los claustros universitarios y, en su ausencia, estaba el vicecanciller. El “alguacil del silencio”, era el encargado de abrir la puerta a los catedráticos y asegurarse de que todos los asistentes tuviesen voto.