Las ciudades romanas se extendían más allá del núcleo amurallado e incluían un territorio (ager) que proporcionaba los recursos básicos, principalmente alimentarios. En el entorno más cercano a Tárraco se instalaron numerosas villas y establecimientos productivos, de usos y funciones diversas, especialmente en las fértiles llanuras de la orilla derecha del río Francolí.
Generalmente, la villa es la edificación principal de una propiedad rústica (fundus), donde se centralizaba la producción agropecuaria (prensas, almacenamiento de los productos, alojamiento para los esclavos, talleres…). La villa tenía, además, una parte residencial destinada a los propietarios o masoveros. Dentro de estas propiedades también encontramos alfares dedicados a confeccionar objetos cerámicos, materiales de construcción y, principalmente, ánforas para transportar los excedentes obtenidos (vino, aceite, conservas…).
Junto a estas villas vinculadas principalmente a la explotación de los recursos agropecuarios, había grandes y suntuosas villas residenciales destinadas al ocio y disfrute de las clases más acomodadas y aristocráticas. Una vida en el campo pero sin renunciar a los placeres de la vida urbana: lujosos comedores (triclinia), espectaculares edificios de baños (balnea) y una serie de estancias y espacios destinados a convertir la villa en un lugar agradable para el descanso.