La Tárraco que contempló el emperador Adriano durante su estancia en el invierno del 122 al 123 d. C., era el resultado de una intensa transformación urbanística que se produjo a lo largo del siglo I y que culminó con la construcción del Anfiteatro. A pesar de que el proceso de monumentalitzación se inició durante la primera mitad del siglo I, fue en época flavia (del 69 al 96 d. C.) cuando la actividad constructiva pública se intensificó erigiéndose, en lo alto de la colina, un extenso y magnífico complejo arquitectónico ordenado en terrazas ocupadas por el recinto de culto imperial, una gran plaza de representación y el circo.
Se trataba de recintos públicos vinculados con la sede de la asamblea de notables que, anualmente, se reunía en Tárraco para elegir el flamen que debía presidir las ceremonias de culto imperial con el aparato administrativo de la provincia. Este programa urbanístico fue un reflejo de la promoción de Hispania bajo los emperadores flavios, concretada en la concesión por parte de Vespasiano del derecho latino en el año 69 d. C. Poco después de la construcción del anfiteatro a inicios del siglo II, se empezaron a detectar los primeros síntomas de declive, que no se manifestaron claramente hasta finales del siglo siguiente.
