Los ceramistas de La Bisbal tenían un alto grado de conocimiento de su oficio. La alfarería tradicional sigue siempre unos criterios de funcionalidad, equilibrio y sobriedad adecuados a unas formas de vida campesina y menestral, y su utilidad va siempre ligada a los quehaceres diarios: el botijo era el rey de fuentes y pozos, la olla ocupaba su sitio encima de los fogones, la jarra guardaba aceitunas, el barreño estaba presente en la matanza del cerdo y la tina olía a colada.