La catedral de Santa María fue el lugar de culto destinado a los clérigos. Era la iglesia del obispo y acogía las grandes celebraciones litúrgicas propias del obispado.
Tenía una planta de tres naves separadas por columnas y una cabecera rectangular en el exterior y semicircular en el interior.
A los pies de la nave central se situaba el baptisterio episcopal, donde se celebraba el bautismo por inmersión.
Se trata de un espacio rectangular con una piscina bautismal octogonal escalonada en el centro, una canalización por la que llegaba el agua y un desagüe para su evacuación.