El conjunto experimentó un resurgimiento artístico en el siglo XII, que se tradujo en la construcción de las naves románicas de Santa Maria y Sant Pere, añadidas a los ábsides de los edificios episcopales. El 2 de enero de 1112 el obispo de Barcelona, Ramon Guillem, consagró solemnemente la nueva iglesia de Santa Maria, y un año y medio más tarde se redactó el documento fundacional del monasterio prioral según el cual el obispo de Barcelona donaba la iglesia a la abadía provenzal de San Rufo de Aviñón. La construcción de la nave de Santa Maria y la llegada de la comunidad augustiniana marca el inicio de una etapa de renovación espiritual y artística, que se prolongará hasta el abandono del priorato en 1596.