A partir de la época tardía, los enterramientos tienden a agruparse formando verdaderos cementerios a cielo abierto. El probable entierro en esta zona de los restos mortales de Fructuoso, Augurio y Eulogio, martirizados en el año 259 d. C. en la arena del anfiteatro, debió dar lugar al inicio de una densa necrópolis alrededor de la tumba de los santos. A principios del s. V se levantó una basílica cementerial en memoria de los mártires. La cantidad y calidad de los enterramientos que ocupaban el subsuelo de la basílica y de las criptas anexas muestra la importancia del edificio y el deseo de reposar cerca de las reliquias de los santos (ad Sanctos).
En el cementerio predominan los enterramientos en el suelo, dentro de ánforas, ataúdes de madera o bajo tégulas (planas y con dos pestañas), coronados por túmulos de formas diversas: planta rectangular y sección troncocónica, en forma de mensae (meseta), etc.