Concebida como un auténtico manifiesto, Vacaciones (1923) reúne todos los ingredientes y toda la iconografía del novecentismo. Se pueden ver: un templo clásico, unos caballos y unos caballeros que parecen sacados de los relieves del Partenón de Atenas, y un paisaje típicamente mediterráneo, como los pinos, el mar, un barco de vela latina y un pueblecito idílico en la costa. Una motocicleta estática, pero con las ruedas que giran a gran velocidad, representa una condena a la pintura de vanguardia y, de forma particular, a los postulados del movimiento futurista. Expuesta en las Galerías Layetanas en el año 1924, Vacaciones tuvo una crítica demoledora.