Carles Pellicer pinta y dibuja en varias ocasiones a su madre, seguramente la mujer y la persona más importante de su vida.
La pintura data de 1890, año en que el joven Pellicer era alumno de William Bouguereau en la Académie Julian, en París. La representación de la figura femenina en las obras de Pellicer es bastante recurrente: mujeres idealizadas, alegorías, figuras mitológicas.
La minuciosidad y el detalle de las ropas de Matilde Rouvière, del vestido, del tocado, de las joyas, del abanico que lleva en la mano... quieren mostrar el preciosismo y la riqueza de las familias de la alta burguesía, como era el caso de la familia Rouvière. Aunque la figura está de pie en un interior con un fondo neutro donde únicamente se ven unas cortinas largas y de un solo color, las ropas que visten el interior de la estancia tienen una fina decoración floral que quiere evocar un suntuoso interior.