La obra de gran tamaño formaba parte de la decoración de la Casa Trinxet que Joaquim Mir había realizado para su tío. Representa un paisaje de gran formato de un intenso cromatismo. En esta pieza, que pertenece a la época mallorquina de Mir, el pintor reproduce una vista de las cuevas de Mallorca. El potente cromatismo gana rotundamente a la forma, ya que no se observa ninguna referencia al paisaje. Muy al contrario, resalta la vibración de los colores, con un predominio de los colores fríos como azules, grises y verdosos, aunque en la parte superior izquierda destacan tonalidades más cálidas.