Durante la década de los 60, Abelló se inicia con un período de experimentación plástica y conceptual, que él mismo llamará "explosivismo".
Influenciado por el tachismo de Joaquim Mir, a las manchas de color de este, les otorga una tercera dimensión, jugando con el grosor y la textura, y llega así al estallido (físico) del color en la tela.
Las dos obras, tanto La sagrada familia como La encina, son un gran ejemplo del explosivismo. Se puede observar, tanto en la copa del árbol como en las torres del templo, que el grueso de la pintura otorga carácter escultórico a la obra.
La gran retentiva que tenía el artista por los colores, y su forma de plasmarlos con una amplia gama cromática, ha caracterizado toda la obra de Joan Abelló.