En el último cuarto del siglo XIX, hicieron acto de presencia en el arte occidental nuevas formas de plantearse el arte. Se caracterizaron por una voluntad de ruptura —técnica o conceptual— con todo aquello que se había convertido en rutinario. Estas nuevas escuelas recibieron nombres diversos (impresionismo, simbolismo, neoimpresionismo, posimpresionismo...), pero en Cataluña los artistas plásticos que se sintieron atraídos por seguir caminos semejantes fueron denominados globalmente modernistas.
Había modernistas que ni siquiera sabían que lo eran. Se limitaban a pintar a su manera sin prestar atención a las nuevas modas, pero en ocasiones esa manera era tan original y fresca como la de los modernistas voluntarios.
Sin embargo, el afán de modernización que defendían los modernistas no encontró una salida verdaderamente original hasta la aparición de una nueva generación: la posmodernista.