Antoni Solà fue uno de los grandes escultores europeos del Neoclasicismo. Nació en Barcelona y estudió en la Escuela de Nobles Artes. La calidad de la composición confirma la merecida fama del escultor, que siempre defendió que había que buscar la belleza ideal en la imitación de los antiguos. Se trata de una de las obras más notables de la colección de escultura del siglo XIX del museo.