Esta escultura de Pedro de Mena, uno de los mejores escultores de la escuela barroca andaluza, fue ejecutada entre 1663 y 1673 y bien pronto se convirtió en una de las representaciones iconográficas más notables y repetidas del granadino. Pedro de Mena plasmó en sus obras la religiosidad de la España del siglo XVII. Debido a ello recibió encargos tanto de la Iglesia como de la sociedad civil.