Durante la segunda década del siglo XX se formó aquí un núcleo de eruditos que sería conocido como el Grupo de folkloristes de Ripoll. Gracias a su entusiasmo y a su amor por la etnografía, consolidaron una labor de recopilación de objetos y de patrimonio intangible (canciones, costumbres, leyendas, refranes, adivinanzas, dichos populares...), que en 1929 culminó con la creación del Archivo Museo Folklórico de Ripoll. El impulsor del movimiento fue Rossend Serra i Pagès, y el fundador fue Tomàs Raguer i Fossas, secundados principalmente por Ramir Mirapeix i Pagès, Zenon Puig i Sala, monseñor Josep Raguer i Carbonell y Lluís Vaquer i Clapera. La actividad editorial de Daniel Maideu i Auguet, con publicaciones ripollesas como El Catllar o Scriptorium, fue un elemento propiciador, y el testimonio documental de Salvador Vilarrasa i Vall (autor de los libros La vida dels pastors y La vida a pagès), una consecuencia afortunada. Agustí Casanova i Marquet fue el continuador de aquella iniciativa. En los años, Eudald Graells i Puig aplicó nuevos criterios al museo, revalorizando el trabajo de herrería en la comarca y las armas de fuego ripollesas, y dotándolo de la amplitud y el carácter que lo diferenciaba.