La cerámica fue adquiriendo un papel decorativo, y las baldosas pasaron a formar parte de hornacinas, frisos, peldaños, fuentes, arrimaderos, e incluso de fachadas y tejados. La influencia inicial a la hora de vidriar y de barnizar una de las caras de la baldosa fue la islámica. Más tarde llegaron las modas italiana y flamenca, que los artesanos ladrilleros catalanes hicieron propias. Encargaban las imágenes a pintores o bien reproducían grabados populares de la época.
Desde el siglo XVIII hasta finales del XIX, las baldosas de artes y oficios fueron una ventana abierta a la vida menestral de su tiempo. Reciben este nombre porque habitualmente reproducían al hombre o a la mujer haciendo las tareas que por tradición les eran propias. La plasmación era figurativa y monotemática, encuadrada en un marco pintado y enriquecida con elementos decorativos (que actualmente nos sirven para datarlas). Ofrecían información no únicamente del trabajo y del ocio, sino del entorno social en el que se desarrollaban, y mostraban la cotidianidad de unas ocupaciones prácticamente desaparecidas en la actualidad. Curiosamente, los mismos ladrilleros no retrataron nunca su oficio.
Invitamos al visitante a identificar las imágenes policromadas con la actividad que representan. A veces es fácil, pero otras no tanto…