Los pueblos manifiestan su propia interpretación del más allá a través de la religiosidad, en forma de creencias, historias sagradas y ritos. Sin el sentimiento espiritual, no considerarían que la vida y el cosmos estuvieran completos. La religión es, además, el resultado de múltiples influencias, desde las geográficas hasta las relacionadas con las actividades humanas, que van formando la personalidad.
Un buen ejemplo es la fundación de los monasterios como empresas de transformación religiosa y económica frente al poder feudal laico. En el Ripollès, la influencia de las montañas, los ríos y las simas, el temor a las tormentas y a la sequía o las historias de brujas, explican tanto la construcción de comunidores como la devoción de los santos que se veneran en la comarca. La cristianización de la orografía la localizamos en los santuarios de Mogrony y de Núria, con símbolos que, ultrapasando sus límites de referencia, hallamos repartidos por toda Cataluña. También lo fueron históricamente los monasterios de Ripoll y de Sant Joan de les Abadesses, o los mitos como los del conde Arnau.