El escenógrafo Salvador Alarma y su discípulo Josep Mestres i Cabanes, autores de tantos decorados operísticos para el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, inmortalizaron en 1932 este momento de la estancia de los pastores en los llanos de Anyella, avanzada ya la tarde, cuando el rebaño volvía al redil. Los habitantes de los valles podían acercarse así a un entorno salvaje, que solo pisaban algunos hombres en verano, e idealizado durante siglos. El diorama acabó convirtiéndose en uno de los elementos básicos más conocidos y representativos del museo.