La cista de Mijaran, descubierta en junio de 1969, es un sepulcro individual en el que reposaba el difunto acompañado de un pequeño ajuar funerario —un conjunto de objetos depositados en los entierros—, formado por un vaso de cuatro pies y un brazalete de bronce. El vaso estaba situado al lado izquierdo del cráneo y el brazalete, unos cuarenta centímetros más abajo.