Las nuevas clases sociales nacidas del proceso de industrialización fueron tomando consciencia de sus intereses y, en consecuencia, se fueron organizando: los trabajadores para mejorar su precaria condición social; y los empresarios para afrontar las demandas obreras y mantener el orden establecido. Asociaciones con fines culturales, cooperativas y mutualidades, sindicatos, organizaciones patronales y en alguna ocasión hasta partidos políticos fueron asumiendo un protagonismo hasta entonces desconocido en la vida social de la época. La iglesia también desempeñó una labor importante, impulsando un asociacionismo obrero de raíces católicas que contrastaba con el asociacionismo obrero de base reivindicativa y laica.