Las ventajas que representaba la utilización de la energía hidráulica impulsó la construcción de fábricas a lo largo del Ter. Ya en 1829, la antigua acequia del molino de Dalt, en Manlleu, alimentaba una fábrica algodonera. A partir de 1841, la creciente demanda de agua para usos industriales transformará la acequia en el primer canal industrial de Cataluña.