La fuerza del agua se trasmitía de la turbina a las máquinas de la fábrica mediante un ingenioso sistema de transmisión mecánica denominado embarrats. Cada fábrica tenía sus embarrats y podían ser sistemas de una gran complejidad o de una sencillez extrema. Eso sí, siempre reflejaban el ingenio de los técnicos y los mecánicos de las fábricas. Su funcionamiento y mantenimiento era básico, siendo responsables el turbinaire y el untador. De su labor dependía el funcionamiento de la fábrica.