Hay juegos y juguetes que alteran y confunden nuestra percepción visual; otros amplían nuestra capacidad interpretativa. Aprendemos así que no todo lo que vemos es real ni toda forma es como la percibimos, y eso contradice el sentido común más elemental. Realidad y ficción se confunden y todo parece posible.
En este ámbito destacan los elementos que nos crean ilusiones ópticas: figuras y juegos que engañan a nuestros ojos y estimulan nuestro cerebro, divirtiéndonos, como el anamorfoscopio, donde un espejo cilíndrico nos devuelve a las proporciones reales una imagen deformada; o el zoótropo, antecedente del cine, así como proyectores de diferente formato donde el movimiento es la clave.
También hay objetos y juguetes que permiten explorar la creatividad y la interpretación: sombras chinas, circos y, en especial, teatrines (principalmente los de Palouzíe y Seix i Barral), marionetas, títeres y polichinelas, que representan personajes como el demonio, el lobo, el campesino o el pastorcito, con los que se escenifican historias sencillas que entroncan con la tradición popular catalana y donde no falta la personificación del bien y del mal.
Así mismo, hay varios juegos de magia y de ilusionismo. Unos son de carácter profesional y otros son para jugar. Estos últimos son piezas para hacer trucos con los que se quería sorprender y a la vez entretener simulando los populares espectáculos que se presentaban en las variedades del teatro o del circo.