En el museo se exponen una serie de juguetes que podríamos definir como simbólicos, es decir, aquellos que permiten al niño imitar el mundo del adulto a través de la representación mental de roles sociales y objetos ficticios que reproducen la realidad de forma más o menos fiel según la época. A través del juego y del juguete, el niño asimila una gran cantidad de información referente a la vida del adulto.
En este ámbito, encontramos juguetes religiosos como iglesias, altares con sus elementos que le dan sentido, figuritas que componen procesiones y algunas casullas. A principios del siglo XX, en Cataluña era habitual que los niños jugasen a hacer de curas, tal y como se puede comprobar con las diversas fotografías que acompañan las piezas. Los niños y niñas jugaban a bautizar a los muñecos, a celebrar misa o a llevar el viático. Con la proclamación de la República, en el año 1931, este juego desapareció.
En este ámbito, también se pueden ver muñecas de diferentes épocas y materiales, desde las pepas, las típicas muñecas catalanas hechas de cartón, hasta las muñecas de cera, porcelana y fieltro, así como la primera Barbie, ya de plástico, que data de 1959. Tradicionalmente, la muñeca ha desempeñado la función social de preparar a las niñas para el papel que se les asignaba ya de muy pequeñas: el cuidado de los hijos y de la casa. El mundo doméstico también se ve representado con las cocinitas, los juegos de te, la comida en miniatura de las casas de muñecas y los utensilios como planchas y máquinas de coser.