Estas piezas provienen de la generosa donación que Philippe y Dorothée Selz hicieron al museo de la colección que sus padres, Françoise y Guy Selz, reunieron durante cincuenta años (1925-1976), y que ellos mismos fueron complementando: papeles rizados, cruces, exvotos, muñecas, animales, máscaras, soldados de plomo, imágenes populares, cuadros de cromos, etc. Así se cumplía la máxima expresada por quien fue el conservador jefe del Museo de las Artes Decorativas de París, François Mathey: «Incluso la colección más secreta acaba, fatalmente, tarde o temprano, en un museo. Es bueno que el museo se enriquezca, a su vez, con todo aquello que había descuidado o ignorado».
De joven, Guy Selz se interesó por la creatividad y el arte popular, lo que le llevó a coleccionar objetos insólitos, sorprendentes o cautivadores, sin jerarquías ni fronteras entre los géneros y las artes.
Este espíritu se reflejaba también cuando invitaba amigos a su casa. Tanto en Eivissa, donde regentó un bar entre 1933 y 1936, como en París, donde fue crítico cultural de Elle, revista de la que también fue secretario general, estableció auténticas amistades entre la gente de la cultura: Jacques Prévert, Walter Benjamin, Gisèle Freund, André Breton, Ionescu, Rafael Alberti, Jean-Paul Sartre, Agnès Varda, Juliette Greco, Alexander Calder, Foujita y los artistas catalanes residentes en París Rabascall, Xifra, Miralda, Benet Rossell, etc.