Ramon Casas pintó esta obra en 1891, durante su tercera estancia en París. Se trata de un óleo realizado con una especial economía de colores, con predominio de los grises y los negros, que quiere ofrecer una imagen triste de uno de los locales de recreo de Montmartre de finales del siglo XIX.
Los expertos consideraron esta obra como una de las piezas fundamentales de su dilatada carrera.