Hasta la década de 1880, la mayoría de las ilustraciones que se hacían para el interior de los libros se reproducían con la técnica xilográfica que un grabador realizaba sobre una plancha de madera. Esto significaba que las imágenes eran una interpretación que el grabador hacía de la imagen creada por el artista.
A partir de entonces, gracias a los avances de las técnicas fotomecánicas, las ilustraciones pudieron realizarse directamente sin ningún intermediario.
Muchos artistas se convirtieron en ilustradores profesionales al ver que sus dibujos podían reproducirse fielmente y sin complicación alguna. Las ilustraciones dejaron de ser un complemento gráfico del texto para convertirse en imágenes plenas que acompañaban al texto.
En Cataluña, los ilustradores de mayor edad, como Apel·les Mestres, Josep Lluís Pellicer, Alexandre de Riquer y Josep Pascó, continuaron la tradición, mientras que los artistas más jóvenes, como Adriá Gual, Josep Triadó, Joaquim Renart, Ismael Smith y muchos otros, se iban incorporando al mundo de la ilustración de libros.
En ese momento, el libro ilustrado catalán logró una gran calidad y la imagen estaba presente en todas partes: dentro del libro, en las cubiertas y en las encuadernaciones.
Josep Pascó i Mensa (Sant Feliu de Llobregat, Barcelona, 1855 – Barcelona, 1910)
Cubierta para Els sots feréstechs, de Raimon Casellas. Barcelona, Tobella & Costa, 1901
Impresión sobre papel
Biblioteca de Catalunya, Barcelona