La belleza es un ejemplo muy característico de la delicuescencia de las formas dulces, suaves y algo mórbidas del modernismo. El difuminado del rostro presta a la figura un halo de misterio. Josep Llimona (1864-1934), uno de los mejores escultores catalanes, resumió a la perfección toda la evolución del movimiento modernista, desde sus orígenes bajo la influencia del realismo hasta el anuncio de las nuevas tendencias novecentistas.