Los romanos eran un pueblo religioso que implantó la religión tradicional, los dioses del panteón y el culto imperial. Con la expansión del Imperio, sobre todo hacia Oriente, se añadieron nuevos dioses y nuevas creencias, entre las que destacaron el mitraísmo y el cristianismo. La vida cotidiana también tenía un fuerte componente religioso y se mezclaban, además, magia y supersticiones.
La religión romana pretendía acercar los hombres a los dioses, esencialmente para estar en paz con ellos y convivir en armonía. Adoraban a muchos dioses, algunos de ellos con referencia arqueológica en Iluro: entre los más importantes —los que conforman el panteón— encontramos testimonios de culto a Juno, Mercurio, Venus y Baco y, además, otros dioses secundarios como Silvano o el Buen Suceso.
La ley y la tradición romana establecían que los cementerios tenían que estar fuera de la ciudad. El cementerio de Iluro se localizaba en el lugar que actualmente corresponde a las calles de la Riera, Barcelona y Sant Josep, y se prolongaba siguiendo el trazado de la Vía Augusta hacia las actuales calles de Sant Benet y Miquel Biada. Este cementerio fue utilizado desde el siglo I a. C. hasta el siglo IV d. C.