Los griegos llamaban íberos a los pueblos indígenas que vivían en la costa mediterránea, desde la actual Andalucía Oriental hasta el Languedoc. Entre los siglos VI y I a. C se desarrollaron en esta zona una serie de comunidades que compartían algunos rasgos comunes, como el alfabeto y la cerámica con el torno. En Cataluña, el actual territorio maresmense lo ocupaban los layetanos, que se extendían desde la Tordera hasta el macizo del Garraf, con la cordillera Litoral como límite interior.
Una de las áreas arqueológicas más importantes para el conocimiento de la cultura ibérica layetana es el valle de Cabrera de Mar, donde se han descubierto los restos de una ciudad ibérica, el oppidum de Burriac, que se convirtió en la futura capital de los layetanos. También se han localizado varios núcleos de campesinos, campos de silos, dos necrópolis y un santuario en cueva.
En Mataró se encontraba una de las alfarerías más importantes de Layetania del siglo III a. C., en el torrente de Sant Simó: un conjunto de tres hornos y un gran vertedero donde tirar la alfarería rota o mal cocida.