Desde la antigüedad, el punto ha sido un elemento más de la manufactura textil tradicional, como lo eran hilar, hacer encajes, coser y bordar. Los artículos de punto que se producían en el hogar, generalmente destinados al consumo familiar, se tejían a mano con fibras naturales como el lino y la lana, y a partir del siglo XVIII el algodón. La producción más lujosa, hecha con fibras como la seda, se dirigía a las clases sociales acomodadas y se encargaba a artesanos especializados que trabajaban en pequeños obradores, con máquinas de accionamiento manual.