Tras el aniquilamiento como pueblo de los ilergetes por parte de los romanos, el primer escalón de la pax romana se edificó a partir de la aceptación de la ocupación, la obligación de pagar tributos, la sumisión a los nuevos gobernadores y el abandono de cualquier pretensión de rebelión armada. La Ilerda romana iba tomando forma.
Roma, a lo largo del siglo I a. C., se vio gravemente sacudida por los enfrentamientos entre optimates, defensores del orden tradicional, y populares, partidarios de reformas a favor de las clases bajas. La lucha en Hispania se resolvió en Ilerda cuando, en el año 49 a. C., Julio César, de los populares, llegó con cerca de 50.000 hombres. Los lugartenientes de Pompeyo, de los optimates, con 70.000 hombres, decidieron plantarle cara, pero la batalla no llegó a entablarse, ya que la estrategia de César logró alejar a los pompeyanos del río y vencer sin combate.
Ilerda probablemente recibió el estatus municipal de las manos de Augusto en una fecha próxima al cambio de era. Con la concesión de este nuevo estatus, la ciudad vivió un notable proceso de monumentalización, que no afectó demasiado a la vieja trama urbana de época republicana.