Las formas de vida de los campesinos condicionaron tanto la distribución de los espacios de la vivienda como los usos de cada estancia. El hogar fue siempre el centro de la casa campesina y, a su alrededor, se desarrollaban el trabajo diario de las mujeres, los juegos de los niños, la alimentación y la convivencia familiar. El piso levantado sobre el hogar se reservaba, especialmente, para las habitaciones, donde el cuerpo se tapaba o destapaba, se vestía o desvestía, se despertaba o dormía.
Y, como la casa era oscura y el día se hacía largo, fue necesario dar con unos ingenios para alargar la jornada de sol a sol y llenar todas las horas del día.
La casa contenía todo lo necesario para la vida cotidiana: el mobiliario, el vestido, los utensilios caseros, distintos aparatos para la iluminación, etc. Todos estos aspectos se relacionan con las costumbres familiares, festivas y religiosas, y con los trabajos domésticos.
Antes de bajar por la escalera a la planta inferior, el visitante puede contemplar un mural, obra de Llucià Navarro, sobre el vecino Real Monasterio de Santa Maria de Poblet.