A principios del siglo XVII aparece un estilo musical basado en el tejido de sonoridades simultáneas, que dio lugar a un nuevo lenguaje llamado barroco. Este estilo se desarrolló inicialmente en Italia y posteriormente en Francia y Alemania. Fundamentado en una nueva estructura armónica, denominada bajo continuo, este mecanismo utilizaba la sonoridad de los acordes como acompañamiento de la melodía principal. Los acordes estaban ejecutados por instrumentos polifónicos (clavicémbalo, arpa, órgano, laúd, etc.), superpuestos a la melodía de un instrumento de registro grave (violoncelo, fagot, viola de gamba) que reforzaba la línea del bajo. A partir del barroco, los instrumentos polifónicos pasaron por un gran desarrollo constructivo. Esta diversidad se puede observar en la vitrina. Entre todos estos instrumentos, los de cuerda (clavicémbalo y clavicordio) y los de viento (órgano) se convirtieron en un claro exponente de la polifonía occidental. En las agrupaciones de instrumentos se impuso la sonoridad del violín. En este momento, nace la orquesta. También los géneros vocales (la ópera, la zarzuela, la cantata y el oratorio) tomaron un gran protagonismo. En todos ellos, el «concierto» de los instrumentos con las voces fue fundamental en el diálogo expresivo de la obra musical.