Los primeros seres humanos llegaron al Baix Ter hace más de 300.000 años. A partir de esta época, a los sonidos humanos —el lenguaje, la música o el ruido de nuestros ingenios— se suman los sonidos naturales. Pero esto no solo sucede aquí. Durante la prehistoria, todo el Mediterráneo se dota de nuevos ruidos y, al final, se acababan formando pueblos y civilizaciones: empieza la historia. El Mediterráneo, lejos de separar los pueblos que proliferan en sus costas, les sirve de vínculo para entablar relaciones, compartir y enriquecerse mutuamente. Adquirimos la moneda de los fenicios, la democracia de los griegos y la brújula de los árabes. El Mediterráneo nos convierte en herederos de una diversidad cultural única, hijos de un mismo mar.