El guadamecí constituye una técnica del trabajo artístico de la piel cuya finalidad es claramente estética, decorativa y suntuaria. Se caracteriza por la aplicación de una fina lámina de plata como capa de preparación para poderla policromar. Una vez plateada la piel, generalmente de carnero, se le aplica un barniz de color amarillo, la corladura, con la intención de imitar el oro. Por último, se ferretea y policroma.
Se origina en el sur de la península Ibérica bajo dominio árabe, y su producción se extendió rápidamente por distintas ciudades: Sevilla, Granada, Córdoba, Valencia, Barcelona, Vic...
En el siglo XVI y a principios del XVII, época de su máximo esplendor, el guadamecí presenta motivos de clara influencia renacentista, inspirados en diseños textiles de la época.
A partir del siglo XVII, la manufactura de los guadamecíes se extiende por distintos países europeos. Probablemente, la expulsión de los moriscos de la península Ibérica en 1610, alguno de ellos guadameciero, propicia dicha expansión. Es en los Países Bajos donde se inventa el guadamecí moldeado, con un repujado mecánico que permite aumentar la producción de guadamecíes. Ello conlleva un abaratamiento de su coste, que facilita poder dar respuesta a la gran demanda de revestimientos murales de guadamecí de toda Europa.