La economía romana se basaba sobre todo en la explotación agraria del territorio. El grano, una vez recolectado, se transportaba a la era donde se aventaba y se ahechaba para separarlo de la paja. Cuando el grano estaba a punto para molerlo y transformarlo en harina, esta tarea se llevaba a cabo generalmente en el ámbito doméstico por medio de un molino de rotación, que constaba de un basamento de piedra inmóvil sobre el cual se encajaba otra piedra que se hacía girar para romper y moler el grano.