Los baños públicos fueron creados para facilitar la higiene de la mayoría de habitantes de las ciudades romanas, que no tenían agua corriente. Por ello, y porque también en ellas se hacía vida social, las termas eran uno de los edificios más populares del mundo romano. Para que cualquier persona pudiera tener acceso a las mismas, el precio de la entrada era muy económico. Cada usuario se llevaba a las termas todo aquello que necesitaba para su higiene personal (ungüentos, estrígilas, etc.), y lo depositaba en nichos o taquillas, como las que se conservan en el tepidarium y el caldarium de las termas de Badalona.