Los avances tecnológicos que se produjeron en la prehistoria fueron tan revolucionarios como los actuales, aunque más espaciados en el tiempo. La humanidad cambió gracias al dominio del fuego, a la talla de la piedra y a la fabricación de las primeras herramientas. Estas mejoras ayudaron a consolidar las comunidades y a estimular su progreso material.
La agricultura, la ganadería y la producción de cerámica también fueron auténticos revulsivos, que llevaron a la sedentarización, a la acumulación de excedentes y al inicio del comercio.
Por fin, algunos grupos se pueden especializar en tareas diferentes de la estricta búsqueda de alimentos, como la metalurgia o la producción de joyas, auténticos objetos de lujo de la época. Nuevas necesidades generaron nuevos pensamientos, formas artísticas y simbólicas cada vez más elaboradas. Las mismas sociedades evolucionaron hacia modelos más complejos, con la aparición de las primeras jerarquías y de los primeros diseños urbanos.
Poco a poco, las culturas prehistóricas aglutinaron el alma colectiva europea de una forma definitiva. Nosotros somos herederos directos de aquel mundo.