A lo largo del siglo XVIII se sientan las bases de la revolución industrial y de la Cataluña contemporánea. La especialización agraria, basada en el vino y el aguardiente en las comarcas litorales, la aparición de las manufacturas de algodón, o de indianas, y la apertura del mercado americano inician una nueva etapa de crecimiento.
A partir de 1830, el país inicia la industrialización. Vapores y colonias configuran un nuevo modelo económico basado en el sector textil y, con este, una nueva geografía y una nueva sociedad. El gran crecimiento de las ciudades, que da lugar a la construcción de ensanches, transcurre paralela a la aparición de dos nuevas clases sociales: la burguesía industrial y la clase obrera. Por otro lado, el estado liberal español ahonda la centralización política.
El carlismo, el republicanismo federal y las campañas proteccionistas son respuestas, lideradas desde grupos sociales diversos, a este nuevo modelo político. El fin de siglo es el momento de la revitalización de la lengua y la cultura catalanas, con el Renacimiento y el Modernismo.