La escultura gótica tiene en las vírgenes una de las manifestaciones más genuinas. Las del siglo XV destacan por su calidad. Presidían entradas de iglesias y catedrales, altares y retablos, e integraban también la decoración de algunos monumentos funerarios. Esta virgen, de facciones proporcionadas y gran belleza, es el prototipo gótico por excelencia: erguida, con el cuerpo ligeramente inclinado, adopta una posición de equilibrio para sostener en brazos al Niño, que mantiene con ella una relación afectuosa, tocándola con una mano y sosteniendo un pájaro con la otra. Otras vírgenes de características similares y excelente factura son la de Sallent y una virgen procedente de Boixadors.