El paso del mundo ibérico al mundo romano se produce como consecuencia de la romanización de las tierras gerundenses a partir del 218 a. C. con el desembarco de los primeros romanos en Empúries.
Las nuevas ciudades y las poblaciones agrícolas son la base de la ocupación del territorio. Las ciudades son sedes del nuevo poder y las villas explotan el campo donde el vino, el aceite y los cereales son los principales productos cultivados.
Los nuevos gustos en una sociedad plenamente romanizada se reflejan en los diferentes objetos expuestos, algunos de tipo personal y delicado.
Los amuletos y la representación de dioses y mitos nos acercan a una nueva religiosidad que afecta a costumbres tan básicas como el ritual funerario.
La expansión del cristianismo en el Bajo Imperio transformará una sociedad que mantendrá su base económica, administrativa y judicial incluso en época visigótica, pero que ya presenta una mentalidad y unas costumbres diferentes. Poco a poco la religión cristiana impregna todos los aspectos de la vida cotidiana.