Durante el siglo VII a. C. diversos pueblos mediterráneos, fenicios y púnicos, griegos y etruscos, entran en contacto con las poblaciones de la zona costera de la Península Ibérica y establecen relaciones comerciales, basadas en el intercambio de productos manufacturados por materias primas.
También en el siglo VII a. C. las poblaciones indígenas de la edad del bronce de la parte mediterránea de la Península iniciarán un largo proceso evolutivo que conducirá a la formación de la cultura ibérica.
La cultura ibérica presenta unos rasgos característicos comunes: generalización de la construcción con materiales duros (piedra, adobes gruesos), aparición de un urbanismo incipiente, adopción del torno de alfarero, desarrollo de la metalurgia del hierro o creación de un sistema autóctono de escritura. La sociedad se estructura en clases. La economía se basa en la agricultura de secano y se complementa con la ganadería.
El contacto con los pueblos coloniales tuvo importantes repercusiones en las formas de organización de la sociedad, en la economía y en las creencias.