En el siglo XVI se fue recuperando la devoción al Rosario, que, a partir de la victoria de Lepanto y el impulso de la orden dominica, asumirá un papel relevante en el culto católico.
Esta gran pintura recoge los beneficios que comporta el rezo del rosario, y a la vez expresa que su uso se ha generalizado. Se debió de pintar hacia mediados del siglo XVII para el convento de los Dominicos de Manresa. Probablemente, a principios del siglo XIX se trasladó al coro de la iglesia y, finalmente, después de la Guerra Civil de 1936-1939, pasó a conservarse en el museo.