A principios del siglo XVII, el proceso de embellecimiento de las iglesias y el establecimiento de nuevas órdenes religiosas harán que en Manresa se funden importantes talleres de escultura, que estarán activos a lo largo de más de dos siglos.
El retablo para el altar mayor de la iglesia de El Carme, una de las mayores obras que se construirán, se inició hacia 1620. A este primer momento del encargo corresponden los plafones de la predela que realizó Pere Fernández. Este escultor de origen castellano se instaló aquí y desplegó toda su obra en el entorno de El Bages, El Berguedà y El Solsonès.