El campesinado del sector vitivinícola de la Conca de Barberà tuvo una importancia capital en el impulso económico de la región desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. En este tiempo, experimentó un rápido crecimiento debido a la ampliación del suelo cultivable, a la mejora de las comunicaciones y a la exportación de vino y aguardiente al norte de Europa y al continente americano.