Este plafón de principios del siglo XIX está formado por ciento noventa y dos baldosas y representa a san Jaime con dos peregrinos, rodeado del paisaje calellense, donde se puede apreciar la ermita del Roser. Es obra de Joan Baptista Guivernau y está coronado por el escudo de Calella. Presenta una gran variedad cromática, pero predominan tanto el azul y los óxidos como el amarillo de Nápoles o el verde manzana, que transmiten tranquilidad.