Cuatro membrillos de tamaño natural destacan sobre el fondo negro, mientras un foco de luz modela, desde la izquierda, la fruta, que refleja su color dorado en el borde del metal que la acoge. Debajo, a la derecha, en primer término, una tela blanca. La tela original está reentelada y los estudios radiográficos llevan a pensar que un día se recortó de otra más grande para convertirla en un cuadro independiente. Quizás era un detalle de una escena religiosa de interior doméstico con un plato de frutas alusivo a la redención, frecuente en la producción de Zurbarán. Hay discrepancias en torno a la cronología. La factura pictórica y la composición sitúan la tela cerca de los años treinta del siglo XVII, aunque también se podría relacionar con las obras de la última etapa del artista.