Entre el invierno de 1935 y la primavera de 1936, Miró crea las denominadas pinturas salvajes.
«Inconscientemente, vivía la atmósfera de malestar característica de cuando va a pasar fatalmente algo grave. […] Presentía una catástrofe y no sabía cuál: fueron las guerras Civil Española y Mundial. Intenté representar ese ambiente trágico que me torturaba y que sentía en mi interior.»
Miró recupera el claroscuro y una cierta figuración para transmitir una impresión de realidad, aunque con una fuerte carga subjetiva que incluye la desolación del paisaje y una intensificación de los colores. Las dimensiones reducidas le obligan a trabajar con esmero y le permiten recrearse en los detalles.
El título recuerda a una cita de Rembrandt: «Es en un estercolero donde encuentro rubíes y esmeraldas».