En estos momentos, a Miró le interesa simplificar al máximo las formas sobre fondos blancos. Su lenguaje sígnico se consolida. Conviven trazos precisos con pinceladas expresivas. La mujer resulta primordial.
En esta obra, la mujer alarga el cuello para intentar conectar con el mundo celeste con la ayuda de una escalera (la escalera de la evasión) situada a la izquierda; una evasión hacia el mundo de la poesía y los sueños.
Miró destaca con el color el sexo y los pechos del personaje. A su alrededor aparecen astros, pájaros y planetas que contribuyen al efecto dinámico de la composición.